Las palabras son importantes

No soy filóloga pero sé que hay palabras que curan, que salvan; palabras positivas que solo con ser escuchadas pueden subir nuestra autoestima. Y hay palabras con una enorme carga negativa, que a fuerza de pronunciarlas, de escucharlas, corren el riesgo de etiquetar y estigmatizar a las personas, excluyéndolas, limitándolas, cosificándolas y reduciendo a un compartimento estanco el amplio universo de cualidades que la identifican y la hacen única. No creo que nadie, por muy fuerte que sea emocionalmente, fuera capaz de soportar desde que se levanta, cada día de su vida, semejante carga de emociones negativas. Cuántos de nosotros, cuando nos presentamos ante alguien, lo hacemos poniendo por delante nuestros defectos, nuestras limitaciones; a todos nos ampara además el derecho a la confidencialidad y a decidir a quién hacemos partícipe de nuestras más intimas debilidades. Yo, sin ir más lejos, tengo mis limitaciones, que no son pocas,algunas evidentes, como mi limitación visual, o mi dificultad para orientarme espacialmente… y no seguiré por una cuestión de pudor. 

Dibujo de Lucía

Pero naturalmente las mías son limitaciones socialmente aceptadas, entran dentro de lo considerado ‘normal´, simplemente por una cuestión de estadística que determina lo que puede o no considerarse como normal. Sin embargo cuando una persona es diferente, ya sea por su forma de desenvolverse, porque se desplaza o se comunica de forma diferente a como lo hace la mayoría, es excluída sin contemplaciones. Y yo me pregunto cómo es que si nadie se dirige a mí llamándome ´cuatro ojos´, sino por mi nombre, por qué razón cuando nos referimos a una persona con diversidad funcional se la etiqueta. ¿Es acaso una cuestión de mayorías? Estoy convencida de que solo hay una razón y es que la verdadera discapacidad está en la mente, en la incapacidad para aceptar al que es diferente; sencillamente porque desde niños no se nos ha educado en la diversidad.”- “Aprendiendo a mirar” María Luisa Fernández