COSAS QUE TUVE QUE APRENDER A LA FUERZA Y NUNCA ME SIRVIERON DE NADA.

Cuando tenía ocho años un profesor me gritó inútil y lo hizo muy indignado varias veces delante de toda la clase.
Me gritó inútil por no seguir la línea de puntos del dibujo que proponía, por hacerlo fuera de la imagen y con color y por ensayar esta tarea con la mano izquierda, yo que soy diestra.
He de decir, en mi descargo, que me parecía más interesante pintar con colores y que ser zurda me resultaba muy chic, a la vez que usar brackets y tener una escayola.
Y yo no era chic.

Ese adjetivo gritado no se me olvidó nunca; mi vergüenza, la cabeza entre los hombros como tortuga asustada y los carrillos aborchornados.

Sin embargo sí que hay millones que cosas que me obligaron a estudiar, con todo el sufrimiento que supone el conocimiento forzado, y que JAMÁS me han servido de nada, olvidándoseme al minuto de aprendidas.

Trigonometría, seno, coseno y tangente, ecuaciones de segundo grado, derivadas y los límites (no los personales, no, esos no se enseñaban).

Lecturas con olor a rancio y que nada tenían que ver con las vivencias de una niña preadolescente. Pío Baroja, Unamuno y la ataraxia me producían tanto mareo como una ensaladilla en mal estado.

La gimnasia competitiva, sin sentido y sin ninguna preparación previa. Correr alrededor del patio dieciocho vueltas, aunque te desmayaras y con la amenaza de ser tachada de torpe, era el deporte previsto.

La Historia contada sin interrelación alguna con los hechos presentes, sin análisis, sin espíritu crítico, tan solo como una sucesión de fechas vomitadas a tiempo en un examen y un dórico, jónico y corintio que aún hoy no distingo.

La mayor parte de las cosas aprendidas fueron expulsadas en pruebas recurrentes, con una medida del éxito basada en una cantidad que te hacía parecer brillante o mediocre.
Y así durante casi diecisiete años.

Sin embargo, no me enseñaron lo más importante, lo fundamental:

A cuidar mi cuerpo, a escucharlo, a estar presente con los demás, a afirmar mis opiniones y también oír todas las voces, a no tener prejuicios, a saber distinguir lo interesante de la paja, a tener capacidad de análisis, a tratar la existencia como un regalo, a saber cómo potenciar mis habilidades, a amar sanamente, a respetarme y respetar, a disfrutar del placer propio y compartido, a conocer mis derechos y mis deberes como ciudadana.

Me adiestraron para tragar información, para no protestar, para ser elegida, para no mostrarme crítica con el sistema, para que no se me oyera en exceso, para encuadrarme en un único modelo de feminidad y para
vivir la vida que me estaba marcada.

Y por todo esto y mucho más he pasado el resto de mi existencia
DES-EDUCÁNDOME.

Para poder ser mujer y persona.

María Sabroso.

Las 7 mentiras sobre la educación inclusiva

En los últimos tiempos existe un debate creciente entre quienes defienden la educación inclusiva y quienes se oponen a cualquier avance hacia un sistema educativo más inclusivo, escudándose en un supuesto desmantelamiento fulminante de los centros de Educación Especial. Buena parte de este debate se fundamenta en premisas falsas sobre la naturaleza y objetivos del movimiento por una educación inclusiva. Muchos de quienes se oponen a este movimiento han asumido que quienes defienden la educación inclusiva…

1. Quieren escolarizar a los niños y niñas en centros ordinarios a toda costa. Falso.
Solo quieren hacerlo si estos centros tienen los recursos necesarios, la cultura escolar adecuada y la formación suficiente para su inclusión educativa; condiciones que actualmente resultan un imperativo legal según el ordenamiento jurídico español.

2. Quieren desescolarizar a niños y niñas ya escolarizados en centros de Educación Especial. Falso.
Consideran que los cambios hacia la educación inclusiva deben realizarse de forma
paulatina, respetuosa y garantizando el bienestar de los niños y niñas.

3. Quieren cambiar la modalidad de escolarización sin contar con la opinión de las
familias. Falso.
Consideran que la voz de las familias y de los niños y niñas es esencial en la toma de decisiones.

4. Consideran que las familias con hijos en centros de Educación Especial son peores padres y madres. Falso.
Muchas de las familias que defendemos la educación inclusiva tenemos hijos o hijas en CEE y sabemos que, en la mayoría de las ocasiones, es la mejor opción porque, tristemente, es la única opción dada la falta de recursos y de cultura inclusiva en la escuela ordinaria.

5. Desprecian a los profesionales de los centros de Educación Especial. Falso.
Consideran que son excelentes profesionales y que se debe contar necesariamente con ellos en el camino hacia un sistema educativo más inclusivo.

6. Se basan en información poco rigurosa. Falso.
Hay numerosas investigaciones que avalan que la educación inclusiva promueve de forma más eficaz el aprendizaje y la autonomía de los niños y niñas.

7. Se posicionan en contra del derecho a la libertad de elección de las familias. Falso. Consideran que el derecho fundamental a la educación inclusiva de los niños y las niñas, consagrado en la Constitución Española, debe recogerse en toda la normativa educativa y garantizarse en la práctica, evitando que las escuelas ordinarias puedan rechazar a niños o niñas por motivo de discapacidad y en contra de la voluntad de sus familias.
Independientemente de su origen, estos bulos se han extendido de forma peligrosa y es necesario combatirlos. Solo así podremos establecer un debate sosegado y libre de prejuicios, que contribuya a establecer medidas que garanticen el bienestar, la calidad de la educación y los derechos de todos los niños y las niñas de nuestro país.

Grupo promotor de la Iniciativa Legislativa por una escolarización inclusiva Febrero, 2019

¡Qué barbaridad!

Pretender que los niños y niñas que llamamos con discapacidad vayan al mismo colegio que el común de la infancia es una barbaridad.
Es la misma barbaridad que las personas negras quisieran ir a los mismos colegios que las blancas.

Es la misma barbaridad que cuando las mujeres pedían tener derecho al voto o tener una cuenta corriente propia. ¡Qué barbaridad!
Es la misma barbaridad que pedir que se eliminara de los manuales de trastornos mentales la homosexualidad y que dejaran de tratar de “curarla”.
Es la misma barbaridad que tantas y tantas creencias que tuvieron que dejar de tener sentido con el paso del tiempo pero que en un principio no cabían en la cabeza de tanta gente (aún hay hoy en día tierraplanistas) y eran consideradas una barbaridad.

El pensamiento evoluciona y con él las sociedades. Al hacerlo, las ideas, aunque fueron válidas en algún momento, dejan de serlo.
Cambiar no es fácil y siempre quedan dudas en los cerebros de muchas personas.

Conocí una relato, que no he podido recuperar, que contaba la historia de habitantes de mundos con distintas dimensiones (puntos, líneas, planos…) y cómo para un habitante de un mundo con una o dos dimensiones era complicado entender o siquiera imaginar un mundo con una dimensión más. Algo similar nos pasa al tratar de imaginar una escuela y una sociedad donde nadie quede excluido, nos cuesta imaginarlas porque lo habitual es la exclusión y la falta, no ya de reconocimiento, sino de respeto a la diferencia y a la diversidad.
Imaginar que una sociedad donde se reconozca la diferencia como un valor, una sociedad más justa, más humana y más amable es posible y no es una barbaridad, es un deber no sólo imaginarla sino luchar por tratar de conseguirla.

María José G Corell

Porque todos somos, todos tenemos derecho a ser

Elegir el camino largo a casa,
sacarse la caperuza,
no temer al lobo
o al menos no demostrarselo,
tomar los riesgos
y los recaudos necesarios
para salirse de la ley,
cerrar los ojos para verse,
desear un espejo
que refleje la verdad,
entregar el cuerpo al amor
sacarse las partes
que vinieron de mas
procurar las que faltan
coserse los tajos y las heridas
con infinita paciencia,
escudriñar el orden de las cosas
y ser esa otra cosa
que no fue escrita nunca antes,
alumbrarse,
parirse,
encontrarse.

Una larva, un colibrí,
un pez nadando al revés,
una mariposa…
nunca un gusano predestinado.
Ser.

(A las personas trans, travestis y no binaries que están en mi vida, mi mas profunda admiración por el coraje, por la fuerza, por la creación constante, los nuevos cuerpos del amor
son la verdadera revolución del amor
porque todes somos, todes tenemos derecho a ser).

Marianela Saavedra