¿Podríamos parar la máquina que produce discapacidad?

¿Podríamos parar la máquina que produce discapacidad?
¡Qué pregunta!
De una olvidamos el mito de que la discapacidad está en el cuerpo y nos colocamos en la certeza de que es resultado de una producción. Un producto social.
Pero ¿dónde está la máquina que queremos detener?
Es difícil porque está desparramada sutilmente por todos lados. Si, aunque no parezca no hay lugar donde no esté la máquina de la discapacidad.
Obviamente está en la educación especial, los trabajos protegidos, el transporte exclusivo, pero también está en lo que llamamos belleza, atractivo, éxito, posibilidad, dignidad. Está en las calles, en los deportes, en la solidaridad y en las carreras de las facultades.
Está en nuestra vida diaria, y habitualmente, y en multitud de ocasiones, le damos cuerda, activamos su motor con nuestro lenguaje, nuestros gustos, en cada nacimiento por venir y en cada muerte que se aproxima.
Tan así, tan en todos lados, que la máquina y nosotros casi somos lo mismo.
Tal vez la máquina seamos nosotros.
Detenernos a nosotros es imposible, pero si alterar, revisar y permitir la interrupción de la inercia mecánica a la que estamos entregados.

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Imagen: una serie de numerosos engranajes metálicos.

Marcelo Gil

Soy autista y no necesito una cura para mi autismo

#Soyautista y no necesito una cura para mi autismo. Lo que sí necesito es que me acepten como soy. Que no me traten de forma paternalista, que no me silencien, que no me subestimen.
Necesito que respeten que mis tiempos son otros. Mi forma de aprender y comunicarme es distinta.

Necesito que me escuchen y me crean cuando hablo sobre mí, y si no puedo hablar, se busquen otras formas para comunicarse conmigo.
Es agotador vivir una vida en la que nunca estás “a la altura de”.

Es triste llegar a adultos con graves problemas de salud mental como depresión, ansiedad, etc, por el simple hecho de haber nacido neurodiverso. Porque por no entrar en la norma, te harán pasar por mil infiernos para hacerte “normal” o al menos que se te note menos lo raro.

No quiero ni potajes, ni dietas mágicas, no quiero que me empastillen, ni que me somentan a “terapias” que me hagan parecer menos autista.
Quiero respeto, quiero que todo el esfuerzo que ponen en cambiarme lo utilicen para adaptar esta sociedad que deja fuera a los “distintos”.

Quiero recursos disponibles cuando los necesite. Y que dejen de hacernos sentir que tenemos que justificar quienes somos a cada paso que damos. Si se nos nota mucho, hablan; si no se nos nota, también.

A veces pienso que el autismo jode tanto porque obliga a las personas a deconstruirse (a uno mismo y los que nos rodean). Cuando te dan el Dx de autismo te dan una sentencia o un pase de liberación, o incluso las dos al mismo tiempo.

El cambio empieza por uno mismo, luego por el entorno (en casa, el cole, el trabajo). Y, al menos en mi experiencia, a mi entorno le cuesta mucho “adaptarse” a mí. Pedir anticipación, molesta. Pedir espacio, molesta. Pedir tiempo, molesta.

Es que somos muy tiquismiquis, muy sensibles, muy rígidos, muy literales, muy callados o muy ruidosos… Siempre somos nosotros los “muy” algo.
Pues no, lo que pasa es que vivimos en una sociedad horrorosamente excluyente. Igual el “problema” no lo tenemos nosotros.

Lore

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