¿Podríamos parar la máquina que produce discapacidad?
¡Qué pregunta!
De una olvidamos el mito de que la discapacidad está en el cuerpo y nos colocamos en la certeza de que es resultado de una producción. Un producto social.
Pero ¿dónde está la máquina que queremos detener?
Es difícil porque está desparramada sutilmente por todos lados. Si, aunque no parezca no hay lugar donde no esté la máquina de la discapacidad.
Obviamente está en la educación especial, los trabajos protegidos, el transporte exclusivo, pero también está en lo que llamamos belleza, atractivo, éxito, posibilidad, dignidad. Está en las calles, en los deportes, en la solidaridad y en las carreras de las facultades.
Está en nuestra vida diaria, y habitualmente, y en multitud de ocasiones, le damos cuerda, activamos su motor con nuestro lenguaje, nuestros gustos, en cada nacimiento por venir y en cada muerte que se aproxima.
Tan así, tan en todos lados, que la máquina y nosotros casi somos lo mismo.
Tal vez la máquina seamos nosotros.
Detenernos a nosotros es imposible, pero si alterar, revisar y permitir la interrupción de la inercia mecánica a la que estamos entregados.
.
Imagen: una serie de numerosos engranajes metálicos.
Marcelo Gil