
¿La Tierra es redonda o es plana?
Depende.
Si se lo preguntamos a una persona que vivía al inicio de la Edad Media, respondería que es plana. Y no estaría mintiendo: simplemente estaría haciendo referencia a los conocimientos vigentes de la época.
Pero lo verdaderamente relevante aquí es que ESTARÍA VIVIENDO como si la Tierra fuese plana. Sus actuaciones no desarrollaban todas las posibilidades que sí empezaron a explorar cuando se descubrió que la Tierra era redonda. Hasta ese momento, sus mapas, sus barcos, sus calzadas, sus proyectos, en definitiva, estaban pensados para una Tierra plana.
¿Lo era? Sí, hasta que se descubrió que era redonda.
No pretendo aquí hacer un recorrido histórico hasta ese cambio de paradigma, sino provocar una reflexión.
¿Cómo sabemos que la Tierra es redonda? Realmente son muy pocas las personas que pueden comprobarlo por su cuenta. A la mayoría de nosotros nos basta con dar por válidos los datos que las investigaciones al respecto nos aportan. De hecho, la profesión docente se basa mayoritariamente en transmitir conocimientos que el profesorado no ha comprobado directamente jamás. ¡Qué ocurrencia! ¿Para qué, sino, estarían las evidencias científicas?
En demasiadas ocasiones me siguen llegando denuncias de intervenciones educativas que ponen de relieve un terraplanismo flagrante (“Es un TDH de libro”, “¿donde quedan los derechos de los que sí pueden y se van quedando atrás por culpa de los ANEAES?”, “¡Pues yo también tengo tedehache!”, “No vale para nada intentarlo, el problema está en la madre que no sabe ayudarle”, “exige poder estudiar con SU Tablet, pero después quiere que le traten como a los demás” y tantos otros ejemplos lamentables…).
No es mi objetivo tampoco aportar una larguísima lista de investigaciones y estudios acreditados y actualizados que ratifican no solo que es posible sino que es positivo que todos los/as alumnos/as puedan educarse en convivencia y respeto a las individualidades, investigaciones que desde el campo de las ciencias cognitivas y de la neurociencia están a disposición de cualquier docente que muestre interés por conocer como nuevas metodologías, nuevos diseños de situaciones de aprendizaje, y contextos de aprendizaje universales, permiten generar escuelas verdaderamente inclusivas.
Si consideramos importante la transferencia de los resultados a la práctica y estar al tanto de los estudios que nos dicen qué funciona en educación, para ajustar las decisiones sobre la incorporación de innovaciones educativas, de esas metodologías o estrategias basadas en la certeza que nos da la investigación científica aplicada a la educación, no soy capaz de entender por qué los estudiantes nombrados por algún tipo de diversidad tienen que estar diariamente demostrando la evidencia de que pueden aprender, sorteando estereotipos y prejuicios. A merced de que el profesional de turno tenga o no tenga esa convicción.
Veo, también en demasiadas ocasiones, que todas estas investigaciones no repercuten directamente en mejorar los procesos de aprendizaje del alumnado con diversidad, recayendo sobre éste la inaceptable tarea de aportar las pruebas de sus posibilidades, en una escuela que funciona anclada al normocentrismo.
Y así tenemos a tantos estudiantes (cuanto más alto es el nivel educativo, peor) cuya experiencia escolar y académica se reduce a: “¡Demuestra!”, “Demuestra que puedes hacer lo que hacen tus compañeros”. No sé yo si a veces, cuando de diversidad se trata, la intervención educativa tendrá más que ver con la realidad del docente que con la del/la estudiante que tiene delante.
¿Acaso la Tierra tiene que estar demostrando su redondez todos los días? ¡Qué sandez!
Luluxa Lopez