Mamá, ¿yo puedo?

– Mamá, ¿puedo subir yo solo por las escaleras?- Claro cariño. Yo subo en ascensor y te espero arriba.

 

Desde el hueco de la escalera puedo ver sus manitas apoyadas en la barandilla y sus pequeños pies subiendo peldaño a peldaño. Ya puede leer los letreros de cada piso y me lo va contando.

 

– Mamá, estoy en el tercero.

– Muy bien Andrés. ¿Cuántos pisos te quedan?

 

Lo piensa un rato.

 

– Dos mamá.

– Muy bien cariño, ya te queda poco.


 

Sonrío satisfecha porque mi hijo quiere ser autónomo más que nada en esta vida y además sabe calcular los pisos que lleva y que le faltan. Pero entonces veo que el portero ha subido hasta mi piso en el ascensor. Y me entristezco. Incluso puedo sentir cierta rabia. Sé bien lo que significa. Un niño de seis años y con síndrome de Down subiendo solo por las escaleras de su casa, podría haberse perdido, podría necesitar ayuda. Igual se ha escapado. Su madre no debe de saber dónde está. Qué tipo de madre haría algo así, poner en peligro a su propio hijo. Todo esto pasaba por mi cabeza y allí estábamos los dos, el solícito portero y yo. Dándonos las buenas tardes. Enseguida comprendió la situación y no sabía qué decirme ni cómo justificar su presencia. Tampoco sabía el dolor que me estaba provocando. Es un buen hombre, nada que reprocharle, pero es muy difícil levantarse cada mañana y tratar de sembrar la semilla de la libertad personal, la autonomía y la autoconfianza en un niño cuando todas las señales exteriores van en sentido contrario.

 

– Mamá, ¿puedo entrar solo al cole como hace mi hermana? (esto no lo sabe verbalizar por completo, pero yo le entiendo)

– Claro cariño, dame un beso y ve corriendo.

 

Muy satisfecho me besa y sale disparado hacia las escaleras de la entrada. Yo voy detrás, siempre, vigilando a cierta distancia, intentando que no me vea. Estaba esperando a que entrara al hall cuando veo que le recibe la directora del colegio y me invita a entrar en el centro mediante gestos. Yo, educada, obedezco. Andrés baja la cabeza contrariado, vencido, frustrado. Delante de mi hijo la directora me recuerda una vez más que debo de entrar con el niño hasta dentro del edificio, que podría escaparse o perderse (cosa que jamás ha sucedido). Le explico una vez más que siempre estoy pendiente, que el niño quiere ser autónomo como los demás y que yo quiero lo mismo. Que voy a seguir comportándome de la misma manera. Andrés no entiende por qué no puede entrar solo como hace su hermana. Yo tampoco. Y sobre todo no entiendo como una directora de un centro educativo no mide el impacto de sus palabras ante un niño, socavando su autoestima e iniciativa personal. Otra vez esas señales que se empeñan en debilitarnos y empequeñecernos. La rabia sigue creciendo en mi interior. Ya es bastante difícil.

 

– Mamá, ¿puedo llevar la bandeja con los zumos hasta el salón?

– Claro cariño, ven que te la preparo.

 

Ahora soy yo la que tiemblo. Las probabilidades de que se le caigan por el pasillo son considerables, pero lucho para que no se me note demasiado.

 

– Muy bien Andrés, lo estás haciendo muy bien.

 

Ya casi lo había conseguido, estaba a diez centímetros de la mesa cuando la bandeja giró sobre sí misma y todo se precipitó. El zumo de naranja coloreó el suelo de mi salón, el pijama de mi hijo y los bajos del sillón. Andrés empapado y enfadado se puso a llorar. En un primer momento pensé: la culpa es mía, es demasiado difícil. No tenía que haberle dejado. ¿Será verdad que no quiero aceptar las limitaciones de mi hijo? ¿Tendrán razón?

 

Pero no. No era eso. Con una sonrisa le desvestí, le abracé y juntos lo limpiamos todo. Volvimos a exprimir el zumo de naranja y esta vez consiguió llevarlo con éxito hasta la mesa. Fue un desayuno precioso. Las señales salían en esta ocasión de mis propias entrañas, hijas del miedo, del dolor. Pero las vencimos y la rabia se marchó.

 

Tal vez no sea cuestión de pelearse con el mundo por tener prejuicios, miedos y dolor, no. Tal vez baste con identificar los mensajes que nos limitan, que os encierran en cajitas seguras al margen de la peligrosa vida, para poder anularlas o ignorarlas.

 

Que nadie se confunda, seguiré explicando una y otra vez que mi hijo sí puede, aunque a veces se equivoque, aunque alguna vez se desoriente. Seguiré dejándole subir solo por las escaleras y entrar solo al colegio. Seguiré haciendo pedagogía para que al menos nuestro mundo comprenda que ayudar no siempre ayuda, proteger a menudo debilita y la excesiva preocupación nos anula. Pero ya no quiero sentir más rabia. No. Prefiero pedir ayuda.

Tras diecisiete años dedicados a la docencia, puedo decir que los hijos se suelen parecer bastante a lo que sus padres esperan de ellos, a lo que su mundo espera de ellos. Así que nuestros prejuicios alimentan la discapacidad. Nuestros miedos se convierten en sus muros.

No pido más, sólo un poco de confianza, de empatía. Señales que nos alienten, que nos empoderen, que vayan en nuestra misma dirección y sentido. Porque en realidad todos pueden, claro que pueden. Pero les tendremos que dejar intentarlo y equivocarse, caerse y levantarse, tantas veces como sea necesario. Tendremos que tratarles con respeto, desde un plano de igualdad, el que les corresponde por derecho.

– Mamá, ¿yo puedo?

– Claro que sí mi amor. Tú puedes.
Irene Tuset Relaño,mamá de Andrés, diagnosticado de Síndrome de Down.

http://321down.es

23 thoughts on “Mamá, ¿yo puedo?

  1. Me ha emocionado mucho, Irene. En toda la extensión de la palabra ’emoción’: tristeza, alegría, rabia, pena, esperanza… Gracias por escribir este texto tan hermoso y en el que predomina la esperanza.

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  2. Esta mamá es buena acuario, seguro. Y si no, indudablemente es una excelente madre, 🙂 Aunqueeee, no sé yo si su hijo quiere ser tan autónomo como poder hacer su Vida Independiente haciendo valer su dignidad, su individualidad y sus derechos.

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  3. Todo eso lo pide el mío y yo siento lo mismo que ella. Llegarán los vasos sin romperse al comedor? Ha entrado al cole pero… No saldrá? Lo que quiero decir es que ellos son todos niños y quieren las mismas cosas, y nosotros los mismos miedos. Tenemos que dejar de ver esas “diferencias” y normalizar más. De hecho seguramente el portero habría hecho lo mismo, o debería, con qualquier niño de su edad. Lo de la directora ya…. Parece mentira.

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  4. Mi hijo de 17 tambien tiene diversidad funcional y me identifico totalmente. Depende mucho de nuestro refuerzo y opinion, y creo q seria mas capaz sin muchos de mis miedos…..cuando puedo tambien le dejo entrar solo mientras oigo los latidos.

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  5. Mi niño hacía lo mismo y aunque reconozco que me costaba horrores y no siempre lo conseguí (era más valiente su padre) lo intenté y su alegría ante cualquier pequeño logro hacía brillar el mundo. Hace 6 meses que nos dejó de forma inesperada no tenemos mucho consuelo pero si algo me alivia es saber que hasta el día anterior hizo todas las cosas que disfrutaba: darle de comer a los perros, ayudarme a hacer la compra, ir a natación, hablar con todo el mundo y ser feliz que es lo que tienen que ser los niños

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  6. Madres todas ustedes son muy valientes sin duda tienen miedos como tenemos todas las mamas del mundo. Las admiro como admiro a mi sobrina, mamá de 3 niños, el del medio con SD. Tiene 3 añitos. Él también podrá. @valeriasalinas

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  7. Me he sentido muy identificada. Mis niños, como todos los niños, quieren ser cada vez más autónomos e independientes y, a menudo, a los adultos nos cuesta dejarles recorrer su propio camino y, a veces, cuando las madres y los padres por fin vencemos nuestro miedo y empezamos a soltarles la mano poco a poco, tenemos que luchar contra los prejuicios y miedos de otras personas que tenemos alrededor (familiares, amigos, otras madres y otros padres). Pero

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  8. Simplemente me ha encantado y estoy totalmente de acuerdo en que los hijos se parecen a lo que sus padres esperan de ellos. Como madre y como psicóloga creo que lo estás haciendo maravillosamente bien por confiar en él, por darle lo que te va solicitando y por luchar por conseguir algo tan complicado como es que todo el mundo lo entienda. Enhorabuena por todo lo que le estás enseñando y todo lo que él te está enseñando a ti. Con tu permiso lo voy a compartir.

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  9. uuuuauuuu, preciosa redacción didacta. Claro que poco a poco se puede. Y es verdad todo lo que dices, la sociedad nos para los pies, nos quita autosuficiencia desde que nacemos y tenemos que dar ese paso de “contradecir” a aquellos que se metan. Habla con la escuela y dile que tu irás detrás pero que le dejen entrar solo. El día de mañana sabrá que puede con este mundo y ver que se envuelve con normalidad. A unos nos cuesta más, a otros menos, pero sus esfuerzos son valores que debemos respetar y animar para crecer. ❤

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  10. Precioso el relato, el esfuerzo por vencer los temores de madre.
    Me quedo con esta frase “nuestros prejuicios alimentan la discapacidad. Nuestros miedos se convierten en sus muros.”

    Gracias

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  11. ¡No te rindas! Lo estás haciendo muy bien. Tu hijo tendrá esas herramientas que necesita para su vida adulta. “El mundo cambia cuando yo cambio” y has visto el cambio en ese portero que no supo que decirte por que aprendió una lección. ¡Sigue adelante! Un abrazo

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