Después de un tiempo negándose a hablar conmigo, ahora llevaba unos días buscándome. Por fin hoy hemos tenido esa conversación, que deseaba más yo que él, con autorrevelacion incluida (empecé a trabajar con 14 años y sé un poquito de rebeldía). Se trata de uno de esos alumnos a los que los docentes les pronosticamos el futuro con la expresión “carne de cañón”.
Después yo he elegido la frase y él, creo que muy acertadamente, ha elegido la imagen. El lunes se la regalaré confiando que sirva como parte del plan para deshacer el camino que lleva escrito en la frente.
En momentos así me gustaría tener el poder de cambio de Milton Erickson.
Ojalá funcione el plan!! 🍀🍀🍀
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No hace mucho publicaba en mi muro sobre un alumno rebelde al que yo trataba de acercarme, pero no ha sido posible. No he podido llegar a él, no he sabido cómo ayudar.
Nacho Calderón publicaba el otro día en su página de Facebook: Educación, diversidad y desigualdad, lo siguiente:
“Aceptar su condición de ‘malos’ les sirve para reafirmarse en sí mismos y luchar contra los que tratan de abocarlos a lo que no quieren ser y a una posición que no desean ocupar. Se convierten así en ‘guerreros’ que luchan contra un sistema social que los margina, aunque ello suponga llevarse a su propia destrucción” Sin suerte pero guerrero hasta la muerte
Pensando en este alumno le comenté: “Hay luchas que son justas, pero están planteadas de tal modo, que siempre pierden los mismos. La cuestión es: ¿Cómo hacer para que esa batalla juegue a su favor?”
Este martes día 20 (ayer) acabó el curso. Pensando qué podía hacer, porque no quería rendirme hasta el último momento, se me ocurrió escribirle, ya que no he podido hablarle todo lo que me hubiera gustado.
Tal vez haya sido el último cartucho, la última esperanza. O tal vez sea una manera de quedarme algo más tranquila… El caso es que le he escrito una carta al alumno rebelde:
En primer lugar le pido perdón por no saber hacer mejor mi trabajo ya que no he sabido llegar a él, ni ayudarle como creo que necesitaba.
Le he contado sobre mí y la época en que también estaba enfadada con el mundo y les gritaba a mis superiores (a los encargados y jefes en una fábrica y con 14 años). Todos los días teníamos bronca. Sobre cómo está rebeldía estaba mal enfocada y, al igual que él, la máxima perjudicada era yo. Le he hablad de mi coraza, un escudo para aparentar que esas broncas no me afectaban, incluso lo decía a todo el mundo y presumía de ello. Mientras seguía trabajando de de 8 de la mañana hasta las 7 y media de la tarde, además de los sábados de 8 a 2, toda la mañana, una semana y otra semana, un año y otro año. No veía posibilidad de escapar de allí. Me di cuenta de que así no había salida. No sabía hacer nada más. No sabía nada de nada. Decidí ponerme a estudiar.
Le he contado como realicé los estudios nocturnos todos los cursos que me faltaban hasta llegar al bachillerato, el Bachillerato, más la carrera. Y que al acabar pude empezar a trabajar en algo que me gustaba mucho más, que trabajaba durante menos horas, que podía disfrutar con lo que hacía y, encima me pagaban más.
Le he contado que seguí siendo rebelde, pero de otra manera y que sigo siéndolo. Que creo que hay que ser rebeldes, pero rebeldes a nuestro favor. Estoy de acuerdo con la frase sobre la que hablamos: “Cuando se nace pobre, estudiar es el mayor acto de rebeldía contra el sistema. El saber rompe las cadenas de la esclavitud”. Porque si no estudiamos no podemos salir de lo que se nos “impone” en la sociedad o es mucho más difícil escapar de ello.
Creo que todos los trabajos son respetables y que cada cual puede desarrollarse en el trabajo que más le guste, que no hay mejores o peores, pero creo que la diferencia está en poder elegir lo que a uno le gusta, o en lo que se encuentra satisfecho. Pero sólo si tenemos la posibilidad de estudiar, tenemos la posibilidad de elegir qué queremos ser: maestros, cocineros, abogados, agricultores, arquitectos, dependientes, veterinarios, camareros, o lo que sea… pero elegido y no obligado como era mi caso cuando trabajaba en la fábrica porque éramos pobres. El trabajo nos ocupa muchos días, muchas semanas, muchos meses y muchos años de nuestra vida; si puedo elegir quiero hacer algo que me guste, algo que yo elija, sea lo que sea.
Le he contado como desde que lo conocí me recuerda a mí (me veo a mí misma cuando me peleaba con el mundo).
Le he recordado una conversación que tuvimos en la que hablamos de la rebeldía y de cómo los rebeldes cambian el mundo y que es importante, rebelarse contra el sistema porque es la manera de salir de donde uno está, de cambiar las cosas, de mejorar.
Pero, al igual que hacía yo, esa protesta es de tal manera que los únicos perjudicados somos nosotros.
A veces tenemos un camino trazado y todo y todos nos llevan a él. Aunque realmente nadie crea que puede cambiar y que tienes que seguir ese camino trazado, siempre, siempre, siempre, se puede cambiar ese camino, se puede hacer otra cosa; sólo hace falta que uno quiera y ayuda de alguna otra persona que pueda creer en ti y en el nuevo camino.
A veces protestamos, nos rebelamos contra la visión que el resto de personas (o algunas de ellas) tienen de nosotros, pero a veces, la manera que elegimos de protestar lo único que hace es confirmar lo que opinan de nosotros. Tampoco hay que quedarse quieto esperando, hay que actuar, pero haciendo algo que vaya en tu beneficio y no todo lo contrario, a veces, no hace sino agravar el problema, confirmar las “sospechas” del resto de que uno es el responsable de lo que le pasa, que no se “adapta”, y acaba siendo contraproducente, porque va en contra de uno. Con ayuda, esto lo podemos cambiar. Sí, se puede, lo digo por experiencia propia.
¿Qué hacer ante esta situación?: La pregunta sería ¿cómo ser un rebelde y que esto juegue a tu favor? ¿Cómo conseguir que la rebeldía surta los efectos pretendidos?
Le he contado cómo ha sido mi experiencia con el grupo, que ha estado cargada de emociones. Al poder darnos cuenta que somos iguales, al contactar con el dolor del resto… A veces, expresar nuestros sentimientos, escuchar el sufrimiento que otros han tenido, como pasó en algunas ocasiones en el grupo hace que el grupo se sienta más unido. Al final todo el mundo queremos lo mismo que nos acepten como somos, que nos muestren que importamos y, ¿por qué no? que nos quieran, a pesar de todo.
Le he expresado mi inmenso sentimiento de gratitud al oírlos en el grupo compartir conmigo, y con el resto de la clase, sus sentimientos, temores, sufrimientos, deseos… y gratitud por el aprendizaje que me (nos) brindabais. Felicidad al escucharlos, emoción por la emoción conjunta.
Que me gustó mucho y me impresionó especialmente hasta las lágrimas y la piel de gallina, el compañero, que nos regaló una frase digna de estar en un póster en la clase que nos recuerde lo que allí sucedió: “Si una semilla está en un terreno que no es adecuado, no hay que cambiar la semilla sino el terreno”. Me pareció de tal belleza y sensibilidad que la he vuelto a compartir al final de curso con toda la clase como recuerdo.
He finalizado:
Ahora te toca a ti, os toca a todos vosotros y vosotras cambiar el terreno.
¿Qué quieres tú? Porque la respuesta a esta pregunta es lo más importante, después buscar cómo conseguir lograrlo, y quién te puede apoyar y ayudar a conseguirlo (puedes contar conmigo)
Te deseo lo mejor. Gracias por dejarme conocerte un poquito.
Un abrazo,
Mª José
“Creo que, realmente nos toca a todos cambiar el terreno.”
María José G Corell, orientadora.