Personas 

Las personas con autismo quieren, sienten y viven en “nuestro” mundo. Que yo sepa, sólo hay un mundo y decir que viven en otro, es pensar o dar por hecho que no sirven para nada o que no pueden aportar nada. Es directamente excluirlos. 

Quizás, es mejor darle oportunidades y dar por hecho que al igual que ellos hacen un esfuerzo enorme para entendernos, nosotros debemos hacer un mínimo esfuerzo por intentar (al menos intentar) saber qué quieren o necesitan y hacerles su paso por la vida un poco mejor…

Quizás, con echarlos a “su mundo” nos estamos quitando esa responsabilidad, quizás es que no queremos que vivan en “nuestro mundo” y así todo es más fácil.

Nos quitamos a los “autistas” a los “locos” a los “pobres” a los  “gays”, a los “ciegos”, a los “sordos” etc. En definitiva nos quitamos a aquellos que molesten un poquito, que den un mínimo problema para esta sociedad tan “perfecta”

Cuando las familias hablamos de lo que vivimos y lo que queremos, nos tachan de “obsesionados” de “cansinos” y de otras muchas cosas y yo me hago una pregunta todos los días: 

¿Qué quieren? ¿Que nos quedemos callados y quietecitos viendo la situación en la que vivimos? La situación que, por cierto, se nos obliga a vivir día tras día.

¿Qué harían los demás? ¿Qué harías tú que lo estás leyendo?

No es justo nacer y tener un “dictamen de  vida” de que no sirves para nada, no es justo crecer y encontrarse cada vez con más barreras y menos o ninguna oportunidad.

A mi no me gusta y nunca he visto bien echar la culpa a nadie, no soy quien, pero la sociedad, los colegios, los parques, los hospitales, la vida diaria de una persona con diversidad (por llamarlo de alguna manera) está llena de obstáculos y tenemos la culpa TODOS.

Sí, todos debemos unirnos para que mejoren esas vidas que un día nacieron como vosotros y que no tienen ninguna culpa de nada.

No queremos lástima y compasión, queremos igualdad, derechos, oportunidades, queremos que nos respeten y no nos rechacen por la supuesta etiqueta.

Así que seamos más humanos y tratemos a estas personas como PERSONAS. Seamos justos.

Muchas gracias.

Belén Jurado, mamá de Lucía y Marcos, dos PERSONAS…independientemente de que ella tiene autismo y él no.

(Muchos pensaréis que insisto mucho en lo de que “son personas” y yo os digo que sólo hay que ahondar un poquito y podréis ver la gran diferencia en la que se encuentran, sólo un poquito…)

Luchar y no decaer

Una vez acabado este infernal curso, toca hacer balance de todo lo aprendido en este año que debería ser para olvidar, pero que por desgracia recordaremos mucho tiempo.

 Soy una persona positiva por naturaleza, por eso me quedaré con lo poco bueno que ha tenido esta horrorosa experiencia; quiero quedarme con profesionales que a pesar de los escollos del camino, siguieron luchando por Manuel hasta el último día; con compañeros,
que alentados  por sus padres hicieron oídos sordos a la llamada de otros a discriminar a Manuel; con niños ya mayores, que en ocasiones sacrificaban su propio recreo para que mi hijo tuviera la oportunidad de jugar en el patio; me quedo con toda la gente
que nos ha entendido y apoyado… porque sin todo lo positivo nunca habríamos conseguido sacar la cabeza del agujero.
 Lo que quiero  borrar de mi cabeza, son las lágrimas de pena en ocasiones, y de rabia en otras muchas, al ver como a mi hijo se le trataba como una cosa, y no como una persona con derecho a una educación digna, adaptada a sus aptitudes y necesidades; olvidar
que casi todos los días me iba llorando del colegio porque tenía que dejarlo allí, y casi nunca quería ir… y morirme de pena porque sabía que lo estaba pasando mal, porque había dejado de sentirse uno más, porque así se lo habían hecho ver…Borrar, borrar
y borrar esa sensación de que no vas a poder luchar más y que las fuerzas te fallan, pero pensar que si no luchas por tu hijo nadie más lo va a hacer… y levantarte cada día pensando “¿hoy qué?”….
 Borraré todo lo negativo de mi mente, pero nunca jamás dejaré que pisen a mi hijo, que por desgracia tiene que demostrar todos los días que tiene derecho a la educación y a llevar una vida digna como cualquier otra persona; y que para poder cambiar de colegio, 
necesitó un informe, y otras personas aprueban un examen y están comiendo la torta boba toda su vida, pero él es continuamente examinado…


 Mi hijo es una PERSONA (así con mayúsculas) y no una discapacidad; es un niño de 8 años que no merece haber sufrido ni la mitad de lo que lo ha hecho este año.
 Sé positivamente que vendrán tiempos mejores porque ya hemos puesto los medios para que así sea, y desde aquí digo que quizás hemos perdido una batalla, pero la guerra continua porque nunca jamás vamos a bajar  la guardia y nunca jamás toleraremos que vuelvan
a pisar los derechos de nuestros hijos. Como dice, Alejandro, compañero de trincheras SEGUIMOS.

Noelia Menéndez García 

Educar en la diversidad 

Si se educa en la diversidad en casa, en el cole, no tendríamos que estar hablando de inclusión, sería innecesario.

Si se educara en la diversidad las políticas sociales serían tales, no habría que reivindicarlas.

Si se educara en la diversidad se respetarían los espacios reservados a personas con movilidad reducida entendiendo que no son un privilegio sino una necesidad.

Si se educara en la diversidad se construirían ciudades accesibles, pensadas para todos los ciudadanos.

Si se educara en la diversidad la educación no sería excluyente, contra natura…se dotarían las aulas de los recursos precisos para que ningún niño perdiera el derecho a la única educación justa: niños diversos como diversas somos las personas.

Si se educara en la diversidad se pensaría en las personas, a la hora de diseñar modelos de formación que promovieran la inserción laboral, de acuerdo a las capacidades individuales.

Si se educara en la diversidad quizás alcanzaríamos el estado de bienestar.

Si se educara en la diversidad espantariamos los miedos que nos condicionan, ese devastador prejuicio que nos priva de libertad y nos impide reconocernos diferentes.

Si se educara en la diversidad aprenderíamos a convivir con nuestra propia fragilidad, aceptando que estamos hechos de fortaleza y debilidad, que la perfección radica en nuestra  dignidad, y que la imperfección nos hace humanos.

Si se educara en la diversidad nos acercaríamos con naturalidad a la vejez, a la enfermedad, a lo diferente, convencidos de que vivimos en una permanente interdependencia, donde no sobra nadie porque todos sumamos.

Si se educara en la diversidad comprobaríamos que todos aprendemos y todos enseñamos… a cualquier edad, toda la vida.

Si se educara en la diversidad nunca olvidariamos que todos somos iguales, sencillamente porque todos somos personas.

Imagen de Paula Verde (Mi mirada te hace grande)

Si se educara en la diversidad cuidariamos unos de otros, aprenderíamos a confiar… y el mundo sería CASA!!

María Luisa Fernández

LA MIRADA DE ÁNGEL 

Si una semilla está en un terreno que no es adecuado, no hay que cambiar la semilla sino el terreno.

Después de un tiempo negándose a hablar conmigo, ahora llevaba unos días buscándome. Por fin hoy hemos tenido esa conversación, que deseaba más yo que él, con autorrevelacion incluida (empecé a trabajar con 14 años y sé un poquito de rebeldía). Se trata de uno de esos alumnos a los que los docentes les pronosticamos el futuro con la expresión “carne de cañón”. 

Después yo he elegido la frase y él, creo que muy acertadamente, ha elegido la imagen. El lunes se la regalaré confiando que sirva como parte del plan para deshacer el camino que lleva escrito en la frente. 

En momentos así me gustaría tener el poder de cambio de Milton Erickson. 
Ojalá funcione el plan!! 🍀🍀🍀

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No hace mucho publicaba en mi muro sobre un alumno rebelde al que yo trataba de acercarme, pero no ha sido posible. No he podido llegar a él, no he sabido cómo ayudar.

Nacho Calderón publicaba el otro día en su página de Facebook: Educación, diversidad y desigualdad, lo siguiente:

“Aceptar su condición de ‘malos’ les sirve para reafirmarse en sí mismos y luchar contra los que tratan de abocarlos a lo que no quieren ser y a una posición que no desean ocupar. Se convierten así en ‘guerreros’ que luchan contra un sistema social que los margina, aunque ello suponga llevarse a su propia destrucción” Sin suerte pero guerrero hasta la muerte

Pensando en este alumno le comenté: “Hay luchas que son justas, pero están planteadas de tal modo, que siempre pierden los mismos. La cuestión es: ¿Cómo hacer para que esa batalla juegue a su favor?”

Este martes día 20 (ayer) acabó el curso. Pensando qué podía hacer, porque no quería rendirme hasta el último momento, se me ocurrió escribirle, ya que no he podido hablarle todo lo que me hubiera gustado. 

Tal vez haya sido el último cartucho, la última esperanza. O tal vez sea una manera de quedarme algo más tranquila… El caso es que le he escrito una carta al alumno rebelde:

En primer lugar le pido perdón por no saber hacer mejor mi trabajo ya que no he sabido llegar a él, ni ayudarle como creo que necesitaba.

Le he contado sobre mí y la época en que también estaba enfadada con el mundo y les gritaba a mis superiores (a los encargados y jefes en una fábrica y con 14 años). Todos los días teníamos bronca. Sobre cómo está rebeldía estaba mal enfocada y, al igual que él, la máxima perjudicada era yo. Le he hablad de mi coraza, un escudo para aparentar que esas broncas no me afectaban, incluso lo decía a todo el mundo y presumía de ello. Mientras seguía trabajando de de 8 de la mañana hasta las 7 y media de la tarde, además de los sábados de 8 a 2, toda la mañana, una semana y otra semana, un año y otro año. No veía posibilidad de escapar de allí. Me di cuenta de que así no había salida. No sabía hacer nada más. No sabía nada de nada. Decidí ponerme a estudiar. 

Le he contado como realicé los estudios nocturnos todos los cursos que me faltaban hasta llegar al bachillerato, el Bachillerato, más la carrera. Y que al acabar pude empezar a trabajar en algo que me gustaba mucho más, que trabajaba durante menos horas, que podía disfrutar con lo que hacía y, encima me pagaban más.

Le he contado que seguí siendo rebelde, pero de otra manera y que sigo siéndolo. Que creo que hay que ser rebeldes, pero rebeldes a nuestro favor. Estoy de acuerdo con la frase sobre la que hablamos: “Cuando se nace pobre, estudiar es el mayor acto de rebeldía contra el sistema. El saber rompe las cadenas de la esclavitud”. Porque si no estudiamos no podemos salir de lo que se nos “impone” en la sociedad o es mucho más difícil escapar de ello.

Creo que todos los trabajos son respetables y que cada cual puede desarrollarse en el trabajo que más le guste, que no hay mejores o peores, pero creo que la diferencia está en poder elegir lo que a uno le gusta, o en lo que se encuentra satisfecho. Pero sólo si tenemos la posibilidad de estudiar, tenemos la posibilidad de elegir qué queremos ser: maestros, cocineros, abogados, agricultores, arquitectos, dependientes, veterinarios, camareros, o lo que sea… pero elegido y no obligado como era mi caso cuando trabajaba en la fábrica porque éramos pobres. El trabajo nos ocupa muchos días, muchas semanas, muchos meses y muchos años de nuestra vida; si puedo elegir quiero hacer algo que me guste, algo que yo elija, sea lo que sea.

Le he contado como desde que lo conocí me recuerda a mí (me veo a mí misma cuando me peleaba con el mundo). 

Le he recordado una conversación que tuvimos en la que hablamos de la rebeldía y de cómo los rebeldes cambian el mundo y que es importante, rebelarse contra el sistema porque es la manera de salir de donde uno está, de cambiar las cosas, de mejorar. 

Pero, al igual que hacía yo, esa protesta es de tal manera que los únicos perjudicados somos nosotros. 

A veces tenemos un camino trazado y todo y todos nos llevan a él. Aunque realmente nadie crea que puede cambiar y que tienes que seguir ese camino trazado, siempre, siempre, siempre, se puede cambiar ese camino, se puede hacer otra cosa; sólo hace falta que uno quiera y ayuda de alguna otra persona que pueda creer en ti y en el nuevo camino.

A veces protestamos, nos rebelamos contra la visión que el resto de personas (o algunas de ellas) tienen de nosotros, pero a veces, la manera que elegimos de protestar lo único que hace es confirmar lo que opinan de nosotros. Tampoco hay que quedarse quieto esperando, hay que actuar, pero haciendo algo que vaya en tu beneficio y no todo lo contrario, a veces, no hace sino agravar el problema, confirmar las “sospechas” del resto de que uno es el responsable de lo que le pasa, que no se “adapta”, y acaba siendo contraproducente, porque va en contra de uno. Con ayuda, esto lo podemos cambiar. Sí, se puede, lo digo por experiencia propia.

¿Qué hacer ante esta situación?: La pregunta sería ¿cómo ser un rebelde y que esto juegue a tu favor? ¿Cómo conseguir que la rebeldía surta los efectos pretendidos? 

Le he contado cómo ha sido mi experiencia con el grupo, que ha estado cargada de emociones. Al poder darnos cuenta que somos iguales, al contactar con el dolor del resto… A veces, expresar nuestros sentimientos, escuchar el sufrimiento que otros han tenido, como pasó en algunas ocasiones en el grupo hace que el grupo se sienta más unido. Al final todo el mundo queremos lo mismo que nos acepten como somos, que nos muestren que importamos y, ¿por qué no? que nos quieran, a pesar de todo.

Le he expresado mi inmenso sentimiento de gratitud al oírlos en el grupo compartir conmigo, y con el resto de la clase, sus sentimientos, temores, sufrimientos, deseos… y gratitud por el aprendizaje que me (nos) brindabais. Felicidad al escucharlos, emoción por la emoción conjunta.

Que me gustó mucho y me impresionó especialmente hasta las lágrimas y la piel de gallina, el compañero, que nos regaló una frase digna de estar en un póster en la clase que nos recuerde lo que allí sucedió: “Si una semilla está en un terreno que no es adecuado, no hay que cambiar la semilla sino el terreno”. Me pareció de tal belleza y sensibilidad que la he vuelto a compartir al final de curso con toda la clase como recuerdo.

He finalizado:

Ahora te toca a ti, os toca a todos vosotros y vosotras cambiar el terreno. 

¿Qué quieres tú? Porque la respuesta a esta pregunta es lo más importante, después buscar cómo conseguir lograrlo, y quién te puede apoyar y ayudar a conseguirlo (puedes contar conmigo)

Te deseo lo mejor. Gracias por dejarme conocerte un poquito. 

Un abrazo, 

Mª José
“Creo que, realmente nos toca a todos cambiar el terreno.”

María José G Corell, orientadora.

La inclusión es un derecho

La inclusión es un derecho que tiene mi hijo de estar como uno más en clase sin apartarlo del grupo de referencia.

Un derecho que nos quitan con la excusa de que no hay recursos o de que no tiene el nivel académico adecuado o de que aparte aprenderá más. 

Da igual que estés en un colegio que trabaje por proyectos, de forma colaborativa, valorando todo tipo de inteligencias… cuando le hablas de inclusión el cole tiembla.

Eso sí, te conforman con arañazos de inclusión, una excursión, gimnasia… no se dan cuenta de que todo esto condiciona a nuestr@s hij@s y le hacen sentir inferiores cuando no lo son, son solamente diferentes porque no hay niñ@ mejor ni peor, sólo son niñ@s, con derecho a amig@s,….

Yo estoy con la educación inclusiva sin clasificar, no importa el tipo de mente, no importa la edad, no importa la cultura, no importa la orientación sexual, ni religión… es más difícil porque hay que adaptar y darle a cada uno lo que necesita pero es la sociedad que quiero y esa sociedad se empieza a construir en el colegio.

Carmen Heh 

El difícil camino de la inclusión 

El monte Taigeto fue utilizado por los espartanos para la ejecución de los recién nacidos con defectos físicos…

Ha pasado mucho tiempo desde que estas ejecuciones eran legales, reales y ordinarias. Hoy en día esta costumbre nos parece una barbaridad, inhumana y terrible.

Es verdad que hoy en día no se ejecutan a las personas por su diversidad pero sin embargo sí que se ejecutan muy normalmente condenas de muerte social con la aquiescencia de profesionales, administración y políticos.

La violación de derechos humanos fundamentales es una ejecución real pero incruenta por eso no molesta a esta sociedad en la que vivimos y en la que muchas personas por desgracia a duras penas sobreviven.

Desde el mismo momento de su nacimiento las personas con diversidad y sus familias empiezan a intuir de las enormes dificultades a las que tendrán que hacer frente.

Como sociedad moderna y civilizada la inclusión es un derecho en todos los aspectos de la vida: sanitario, educativo, laboral, social… aunque la realidad nos muestra que es una excepción lo que debiera ser norma.

Los espartanos aunque nos parezca una aberración eran coherentes con sus leyes y modo de vida y así actuaban. Nosotros que nos creemos una sociedad moderna y avanzada decimos defender los derechos humanos pero después permitimos que la realidad sea cruel e inhumana incumpliendo nuestras leyes fundamentales, la inclusión.

Quizás no sea una barbaridad pensar y decir que los civilizados son los espartanos y que nosotros en pleno siglo XXI somos los bárbaros e incoherentes por decir que defendemos lo que realmente por miedo o por confort dejamos de defender, nuestro derecho, nuestra dignidad y la de nuestros familiares.

A los traidores en la antigua Roma se les ejecutaba arrojándoles por la roca Tarpeya, quizás no hace falta actualmente que nadie nos arroje por ninguna roca pues con nuestro conformismo e inacción nos arrojamos nosotros mismos estando ya muertos en vida.

De nosotros depende luchar y resistir para no dejar que a nuestros familiares con diversidad les arrojen desde el actual monte Taigeto (pobreza, desigualdad, cosificación, deshumanización…) y que nosotros no seamos los traidores a los que nos empujen por la actual roca Tarpeya al quedarnos sin derechos y sin dignidad.

Alejandro Calleja

Yo sí creo en ti, Samuel.

“Habéis conseguido convertirme en un verdadero inútil”
Estas son las palabras que dirigió Samuel, un chico de 20 años a los profesionales del Centro de educación especial y al sistema educativo que le obligó a creer que verdaderamente era eso, un verdadero inútil.
Su delito, haber nacido con una diversidad visual. El sistema no le permitió acabar la ESO, ya tenía algo mejor pensado para él, por “su bien”. Por “su bien” desde muy temprana edad se consideró que no valía la pena creer en él, en sus capacidades y en su potencial; que el futuro para él, y a diferencia del de sus iguales, estaba ya escrito, y además por “su bien”. ¿Para qué esforzarse si más temprano que tarde tendrá que aceptar que … es un INÚTIL? Porque los inútiles, por “su bien”, no pueden tener sueños; porque esos sueños, seamos realistas, no pueden ser. Ya tiene incluso una posible plaza esperándole en un centro ocupacional. Incluso los profesionales de grandes organizaciones a las que acude por su diversidad visual, cuestionan que haya cursado una formación profesional específica de administrativo, porque según ellos, lo que tenía que haber hecho es formarse en habilidades para la vida, y que su mejor futuro pasa por ese centro ocupacional…por “su bien”.

Pero Samuel, con sus 20 años y una mente mil veces más prodigiosa que la de todos esos profesionales juntos, todavía tiene aliento para decir y gritarle al mundo que quiere acabar la ESO, y que quiere ir a la Universidad, que su sueño es ser biólogo marino, además de montar un hotelito donde haya muchos animales, a los que adora.Samuel puede decirlo, pero muchos otros no. Muchos otros nunca podrán gritar eso mismo, sus sueños y sus ilusiones, algo tan tremendamente humano como el hecho mismo de ser humano.

Maldito nuestro sistema que condena a Samuel a cadena perpetua, a su muerte social. Malditos los profesionales que se creen Dios, que este mundo es su cortijo, y que Samuel es un ser inferior que no debe disfrutar de los mismos derechos que todo ser humano. Malditas las etiquetas y las habilidades ¿para la vida? ¿O mejor decimos para la vida sin vida? Malditas las leyes y las iniciativas de ley diseñadas por los malditos para perpetuar la discriminación.Maldito este sistema educativo al que no le tiembla el pulso con los más vulnerables. Que tiemble el sistema educativo porque, los más vulnerables son en realidad los más poderosos, y tarde o temprano ejercerán su poder.

INÚTIL este sistema, e inútil la sociedad que mira hacia otro lado, impasible y a la vez ignorante. Inútiles los partidos políticos, incapaces de entender siquiera una Convención de Derechos Humanos, y que juegan a hacer trampas al solitario; inútiles los que evitan nombrar la palabra discriminación, segregación o exclusión, por estética , o los que la disfrazan para que no se vea; inútiles los que con su voz podrían promover un gran cambio hacia los derechos humanos y se dedican a hablar del sexo de los ángeles; inútiles los que callan por no enfrentarse a los que les están llenando los bolsillos, o a los que colman su ego; inútiles los profesionales que hablan de derechos con la boca pequeña dejando siempre a algunos fuera, para los que sí consideran justificada su discriminación; inútiles porque dicen que esos derechos son de TOD@S cuando en realidad piensan “ALGUN@S”, y porque al final, en la práctica,tanta retórica se atraganta consigo misma, incapaz de traspasar el umbral de lo utópico.  Inútiles todos ellos porque no producen provecho ni beneficio, más bien dolor y perjuicio, y una gran herida abierta en lo más hondo del corazón de nuestra humanidad. Sí, VERDADEROS INÚTILES, eso es lo que son, y bastantes cosas más. Nuestra sociedad necesita un reset de urgencia, una cirugía ética y posiblemente un trasplante de corazón.

Tú no eres un INÚTIL Samuel, no quiero volver a escuchar que lo dices. Quizás esté un poco loca, porque realmente hay que estarlo para no sucumbir ante tanta inutilidad que tenemos a nuestro alrededor. Te ofrezco mi locura, apóyate en ella, porque, yo sí creo en ti Samuel, creo en tus sueños, y vamos a ir a por ellos, hasta donde lleguemos.

Carme Fernández de Fundació Gerard

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